

Diseñador Gráfico - Escritor - Poeta



Igor Yupanqui

(Fragmento)
Abrazó a su madre diciendo sírveme un café caliente, viejita y esperó sentado moviendo los dedos al compás de un vals que mucho tiempo después provocaría la muerte de esa noble mujer. No tardó en llegar su padre, un hombre alto cuya mirada daba la impresión de cambiar el rumbo del viento. Casi no hablaron. Afuera, la tarde se consumía dando paso a un cielo enlutado donde podía apreciarse una lujuria de estrellas. Antes de salir, besó la frente de la señora y posó suavemente sus manos sobre los hombros macizos del viejo admirando silenciosamente su apreciable deltoides. Nunca más se supo de él.
Quienes lo vieron aquella tarde dicen que se hallaba en la Biblioteca de Letras, tomando notas, leyendo una novela de Joseph Conrad. Algunos lo recuerdan sentado en el pasadizo, fumando, con los cabellos largos, con la barba incipiente, asintiendo al saludo de los amigos con un movimiento casi imperceptible de la cabeza. Otros enmudecieron cuando comenzó a regalar sus apuntes y copias, sin motivo aparente. Sólo Carmen alcanzó a comprender la situación días después al recordar sus últimas palabras, tus ojos ya no me verán; tu mirada sí. Se había marchado para siempre.
(Si desea recibir el cuento completo escriba un correo a igorpoma@yahoo.es)
La huida perpetua
