

Diseñador Gráfico - Escritor - Poeta



Igor Yupanqui

Reseñas (3 de 18)

Have you ever seen the rain
(Creedence Clearwater Revival)
Ahora es tiempo de escribir de aquella época cuando la fuerza de nuestra juventud era apabullante. Una madrugada de setiembre, arribó Tofi de Cerro de Pasco montado en su mítico Volkswagen azul y despertó a mamá para conversar, porque cuando él bebía, siempre conversaba con ella de su añorada Ticapampa, del legendario tío Gerardo que murió cobardemente asesinado por oscuros apristas, de la ciclónica tía Adela que no conocía el miedo y de doña Hortensia, mi abuela, que aún arde en mi corazón.
Desperté al reconocer la voz de mi primo, tan mujeriego como eminente bebedor. Bebimos maratónicamente escuchando CC Revival hasta que caiga la tarde. En uno de sus memorables arrebatos, Tofi me propuso viajar a Huaraz. Yo, que estaba con short, polo y sandalias, subí al carro y nos marchamos sin avisar a nadie. (Cómo extraño esos tiempos). En Ancón, compramos una caja de cervezas y dos cajetillas de Premier. Él conducía hablándome de sus epopeyas sexuales, de Adolfito, de la gorda Carlota, de la UNI, de Sonia (la única hembra que le dejó surcado el corazón).
A medianoche, mi voz rugió entre la puna de Conococha: Para, para huevón. Tofi pensó que iba a mear y se detuvo. Baja, carajo, le dije, ya son las doce, feliz cumpleaños, huevonazo; y nos abrazamos. Hacía un frío de mierda y yo aún estaba en short, polo y sandalias, abriendo una botella de cerveza y fumando en aquella noche cerrada del 12 de setiembre de 1984.
(Si desea recibir la reseña completa escriba un correo a igorpoma@yahoo.es)

Against the wind
(Bob Seger)
Hay algo de mí que subyace en esta música. Hay algo de mí que se ha ido y que retorna cada vez que la escucho. Es como el aleteo de una vela dentro de una habitación oscura, tratando de no apagarse, procurando permanecer, aunque tambaleándose, como buscando ser roja, amarilla y azul a la vez.
En cierto modo, esta canción es también un himno, y como tal, un destino frecuente en mis apoteósicas veladas nocturnas. La he cantado, en ocasiones triste, en ocasiones abrumado por la euforia, con la vida en la punta de los dedos, como si se tratase del Canon en re mayor de Johann Pachelbel, que tanto entusiasma a mi enorme amigo Israel.
Es inevitable no escribir sobre Percy, mi querido primo, ahora que, como versa Vallejo, me asfixia Bizancio, y que dormita la sangre, como flojo cognac, dentro de mí.
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I am I said
(Neil Diamond)
Si con esta música amaneciesen siquiera diez domingos al año el mundo sería distinto, entonces cejarían las guerras, besaríamos con más frecuencia la frente de los ancianos, habría más bicicletas que automóviles, los escritores serían más artistas y menos mercaderes, los niños recibirían más libros y menos pistolas, habría más estadistas y menos gobernantes, y los turistas irían al África no a conocer elefantes, sino a personas.
La idea fundamental del Libro sagrado de los muertos, según la tradición tibetana, es que la vida del hombre es un constante martirio, una especie de suplicio permanente del que podemos salir si estamos preparados, es decir, si optamos por la meditación y la renuncia de nosotros mismos, con el propósito de hacernos sabios y compasivos. La muerte es un estado intermedio al que no debemos temer si estamos preparados. Dicen que Buda alcanzó la iluminación desprendiéndose de toda soberbia y egoísmo. Francisco de Asís también lo logró, a su manera.
(Si desea recibir la reseña completa escriba un correo a igorpoma@yahoo.es)