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A media luz

(Fragmento)

Durante años, había pensado escribir este cuento, en amaneceres diáfanos y noches heladas, viajando o entre sueños intranquilos, sentado en El Cordano, a cada sorbo de café, tratando de oír la respiración del río, o en la vieja taberna Queirolo, ante una copa de tinto, trazando una línea, esbozando pinos, acantilados y nubarrones.

 

Nos había hablado de él toda la vida. Había empezado la historia de mil formas, en circunstancias tan diversas como frustrantes, que ya se le habían agotado todas las posibilidades. Era el cuento más audaz que habíamos escuchado; el más difícil de escribir también. Escribió como burro (perdón, otra analogía no puede ser tan exacta) pero nunca estuvo satisfecho.

 

Y creyó que debía leer más. Devoró entonces a Bioy Casares, de quien aprendió que un día sin escribir era un día perdido. Se sumergió en las tinieblas de Allan Poe en pos de la maldición. Abarcó toda la narrativa lúdica de ese rotundo malabarista que fue Cortázar. Redescubrió a Ribeyro, en silencio, entre la penumbra y el aliento del mar de Barranco y fumó y bebió whisky en su honor. Invadió el universo pétreo, poético, de Rulfo y cometió sacrilegio en aquel templo. Rescribió, línea por línea, los cuentos de Borges, maravillado por su concisión. Bebió de otros, de casi todos, pero no con tanto fervor.

 

(Si desea recibir el cuento completo escriba un correo a igorpoma@yahoo.es)

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